Salí a divertirme y terminé pensando en Spinoza.
Alcohol, deseo y otras formas de estar triste. (Crónica de una noche en Montevideo) Es sábado, no salgo de noche hace mucho tiempo, toca una de mis bandas activas favoritas y extraño a mi amigo Nicolás, entonces decido salir. El mítico Clash cumple 18 años y nos espera con sus dientes de vampiro aún escondidos, el punk alternativo de Jesús Negro y los putos nos hace saltar, bailar y gritar, sudamos aunque afuera haya cinco grados y una bruma que hace de la ciudad más cinematográfica, un filtro apocalíptico que me retrotrae a Londres. Al terminar el toque es muy temprano para seguir en el antro y también para volver a casa. Así que, en grupo caminamos hasta el pool Las Vegas , otro lugar legendario de la noche montevideana. No juego al pool. Tomo alcohol y compro cinco fichas para la rockola, mi atracción favorita del lugar, el repertorio va desde los Doors hasta La Hermana Menor. Se disuelven los géneros, las épocas y las máscaras. Volvemos al Clash, sus dient...