Yo no me perdí, yo no sabía ubicarme en Ciudad Vieja.
Estamos sentadas en la puerta del edificio donde vive Mar. Es de noche. Ella come un alfajor que fuimos a buscar hasta abajo del hotel, donde hay un túnel al infierno. Estamos por despedirnos, tengo un tabaco armado en la mano y le digo -acá en ciudad vieja hay que vivir si te gustan las aventuras. Exactamente después de decir eso es que aparece en nuestro rango visual una pareja de borrachos, muy borrachos, ella lo sostiene a él y lo arrastra. Cuando llegan cerca de nosotras ella nos pregunta por tabaco, Mar niega, yo cedo, quizás por un impulso de ayudar a una mujer que lleva a un hombre a cuestas. Dándome cuenta de su imposibilidad de movimiento, le prendo el tabaco, ya que tiene las dos manos ocupadas sosteniendo al hombre inconsciente. Cuando retoma la marcha él se queda rígido, totalmente inmovil. Ella le insiste con ir hacia la rambla -el aire fresco te va a despabilar, le dice. Le ofrezco agua, pienso que tal vez tomando un poco se recompone. Ella...